Por su constitución, esta escritura requiere una lectura y una crítica también nueva, comprensiva, dispuesta a hacer transacciones y liberada de la autoridad de la herencia canónica. (pág. 157)
Desde mediados de la década del 80 se practican en Puerto Rico varios discursos narrativos diferentes al canon dominante de la narrativa setentista. De forma soterrada al principio, luego por medio de antologías en los 90, hasta el deslinde de un corpus narrativo amplio y contundente en lo que va de esta década, la nueva y novísima narrativa puertorriqueña ha conformado en los últimos 26 años un nuevo paradigma o, mejor dicho, varios paradigmas nuevos. Este big bang de creatividad, sin embargo, no ha estado correspondido por una crítica creativa capaz de enfrentarla con meridiana solvencia intelectual. Salvo por los esfuerzos valiosos pero dispersos de un puñado de críticos, la mayor parte de la narrativa de nuevo cuño ha pasado desapercibida críticamente. Ya no. La publicación de Literatura y narrativa puertorriqueña: la escritura entre siglos de Mario R. Cancel (Editorial Pasadizo, 2007) llena con creces ese vacío crítico.
No fue esa la intención del autor. Desde el prólogo, Cancel es enfático en sugerir las limitaciones de su texto al indicar que éste: (1) no intenta hacer un panorama exhaustivo del discurso narrativo actual en Puerto Rico; (2) es una exposición de su reflexión y lectura sobre un conjunto de autores; (3) es una reflexión de lectura, no un libro de crítica; y (4) su intención principal es estimular la discusión sobre el discurso narrativo actual fuera de la academia. Si bien se agradece la modestia de Cancel, la lectura de Literatura y narrativa puertorriqueña: la escritura entre siglos matiza algunas de estas presunciones. Dejando a un lado la lógica binaria, podemos colegir que el texto: (1) presenta un panorama del discurso narrativo lo suficientemente amplio para decirle al lector qué ha estado pasando en la narrativa del país en los últimos 26 años; (2) es una reflexión y lectura sobre un conjunto de autores y textos, y por lo mismo, más que como apuntes o notas reflexivas, el texto admite leerse como crítica literaria; y (3) como reflexión de lectura o como crítica literaria puede leerse y comentarse fuera o dentro de la academia. Como texto medular que es, muchos y variados son los usos que admite, más de los que su autor previera.
Aparte de un breve prólogo y una valiosa bibliografía al final, el libro se divide en tres partes. La primera la constituye el ensayo “1980 etcétera: textos y contextos”, el cual se lee mayormente como una amplia e inclusiva contextualización de la nueva literatura producida en Puerto Rico desde mediados de los 80 hasta el presente, con énfasis en la narrativa. De este largo ensayo, nos resulta particularmente valiosa y reveladora la contextualización histórica, ideológica y cultural en la sección titulada “De la tardomodernidad a la postmodernidad: una propuesta de teoría cultural”. En ésta se discurre con agilidad conceptual sobre la teoría cuántica, la revolución de la información, la transición de la cultura logocéntrica a la iconocéntrica, el advenimiento del nuevo orden neoliberal y globalizado (con sus trillados trompeteos huecos del fin de la historia y demás fanfarrias apocalípticas), el impacto de este reordenamiento político y económico en la creación de un estado administrador que se afianza mediante la privatización, entre otros. Este amplio contexto sirve de telón de fondo a la discusión pormenorizada sobre los rasgos más característicos de los discursos narrativos forjados en Puerto Rico desde mediados de los 80. Sustantiva, además, la pertinente correspondencia entre discurso narrativo y contexto histórico sin que ello implique una noción mimética y sociológica de la escritura.
En los apéndices de este primer ensayo, debemos destacar la voluntad inclusiva de Cancel, un rasgo notable en el resto del libro. El autor desdeña las jerarquías del gusto. Sus reflexiones son notablemente horizontales. No antepone un autor sobre otro, ni una obra sobre otra. De ahí, por ejemplo, que al discutir sobre la literatura producida después de 1990, dedique un apartado a comentar ampliamente las revistas literarias impresas y virtuales. Pero, en definitiva, lo más notable de estos apéndices es la discusión de Cancel sobre “otras geografías” de la literatura puertorriqueña. Para ello se sirve de tres conceptos: la literatura (dominio de lo impreso), la visualitura (lugar del performero, en un espacio público) y la virtualitura (imperio de la red). Lo interesante del planteamiento del autor es que ausculta las afinidades, incluso la complementariedad entre estas formas de hacer literatura. Así, por ejemplo, la literatura impresa puede servirse de la virtualitura para promocionarse, así como la visualitura (del poeta performero) puede servir de preámbulo a la misma poesía impresa en papel. Que estas nuevas geografías transgredan los límites de lo literario, según los parámetros universitarios, es obvio, pero Cancel, sagazmente, no aboga por la atención académica, sino que proclama con tino la paulatina obsolescencia de los juicios académicos ante esta “democratización de la creatividad”: “El cuestionamiento de si esa democratización beneficiará o perjudicará la literatura en general me parece peregrino en este momento. La pregunta de si esa literatura permanecerá o no también. Estas promociones de escritores, los del 80 y el 90, han generado y continuarán generando nuevos lectores, espectadores y navegantes. El dictamen de los tribunales académicos ligados a la tradición universitaria importa ahora menos que en 1980, en especial porque se tiene cada vez más conciencia de la fragilidad de los mismos”. (pág. 86)
La segunda parte de Literatura y narrativa puertorriqueña: la escritura entre siglos, constituida primordialmente por el largo ensayo “(Post)narrativa y escritura: un esquivo monólogo”, es la esencia del proyecto crítico de Cancel. En el ensayo se discute ampliamente la narrativa de los 80 al presente, pero desde sus discursos y prácticas escriturales más emblemáticos. Entre éstos se destaca el cultivo de la pararealidad y el ludismo como una respuesta a la depreciación de los relatos de lo nacional y otros paradigmas modernos de la historia, una estética matizada por la ciencia tecnológica, una exploración poco convencional de los géneros narrativos y el desdén de los narradores hacia la verosimilitud. Se trata, en gran medida, de un rechazo bastante extendido de la noción mimética de la literatura y un vuelco hacia la intimidad y la exploración de otros mundos subjetivos. Nociones como originalidad e influencias pierden todo sentido, puesto que se parte de la premisa de que todo texto es en gran medida síntesis de otros textos precedentes y no siempre literarios. No es de extrañar que en esta escritura de entre siglos prolifere tanto el uso del pastiche.
La tercera y última parte, “Archivo de sordos”, es un acopio de cuatro conferencias dictadas entre 1992 y 2005, en las que Cancel discute sobre la representación de lo puertorriqueño en la literatura desde perspectivas poco aceptadas (y escuchadas) en la academia. A pesar de su interés, esta última parte resulta un tanto accesoria en comparación con las dos primeras. Complementa el texto, pero no resulta imprescindible.
Mucho más podría comentarse sobre Literatura y narrativa puertorriqueña: la escritura entre siglos. Aquí sólo consigno algunos aspectos para invitar a su lectura. El texto, sin embargo, merece una mejor edición. El equipo de editores de Editorial Pasadizo debe y puede hacer un mejor trabajo. Son notables algunas faltas tipográficas que un buen corrector habría subsanado con facilidad y, en definitiva, la diagramación del libro, sobre todo en cuanto a la división de sus partes, pudo haber sido mejor. Pese a estas flaquezas editoriales, no dudamos en afirmar que estamos ante un texto imprescindible. Es el primer esfuerzo de envergadura por sintetizar la producción literaria más reciente, por lo que su valor literario e histórico no es ni será desdeñable por mucho tiempo para “los tribunales académicos” (la frase feliz de Cancel). Pero, aparte de su valor académico, en el texto se consigna una praxis de lectura vigorosa, dúctil e inclusiva, sin las taras de un canon literario que a la postre importa cada vez menos. Una cualidad de Cancel que muchos deberíamos emular.
lunes, 28 de enero de 2008
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