Supachai Panitchpakdi
En términos generales, el estado actual de la economía global parece ser bueno. Los flujos de capital y el comercio multinacional se están moviendo de forma continua y regular, con un crecimiento de las exportaciones sobre el 5.5% anual y una proyección de crecimiento del PBI (Producto Bruto Interno) mundial de 3.8%. La globalización ha creado nuevas oportunidades de acceso al comercio mundial y a los sistemas financieros, por lo que emergen nuevos mercados y la Inversión Externa Directa se extiende hasta los lugares más recónditos del planeta.Los países en desarrollo son parte de estas buenas noticias: su crecimiento supera el 6% por tercer año consecutivo. La recuperación económica ha continuado en América Latina y en las regiones más pobres del planeta, como el África subsahariana, se proyecta este año una expansión de cerca del 5%. Asia, como sabemos, ha disfrutado de un éxito fenomenal.Pero no todos los países se han beneficiado por igual. La tendencia ha creado algunas oportunidades innegables, pero, ¿cuáles son las amenazas?
1 La primera es el actual punto muerto en que se halla la Ronda Doha de negociaciones comerciales mundiales.
Las expectativas de que la Ronda contribuyera a la reducción de la pobreza eran altas, pero, desafortunadamente, esto no parece haber sido el caso hasta ahora. La suspensión de las conversaciones daña sobre todo a los más pobres del mundo. Si el actual atolladero persiste, enviaría una señal negativa sobre el futuro de la economía mundial y podría incluso estimular el resurgimiento del proteccionismo. Las iniciativas comerciales bilaterales y regionales ya están proliferando.
2 La segunda preocupación es la persistencia de la pobreza. La globalización ha tenido un impacto mixto. Algunas naciones han resultado ulteriormente marginadas a causa de la globalización y en algunos casos se produjo un empeoramiento de la pobreza. Pero, aunque algunos países presentan muchas dificultades, la situación general ha mejorado. Unos 130 millones de personas han salido de la pobreza extrema en todo el mundo entre 1990 y 2002. El progreso más rápido se ha registrado en China y en Asia Oriental, donde la pobreza extrema ha bajado de 56% a 17% en sólo dos décadas y el producto per cápita se ha más que triplicado. Pero estas buenas noticias deben ser tomadas en perspectiva, ya que unos 700 millones de asiáticos todavía subsisten con menos de un dólar diario.
3 La tercera preocupación es la migración, que a veces es percibida como una amenaza para el empleo en las sociedades receptoras. Estos temores son reales, pero las migraciones son también una oportunidad. Los servicios constituyen el 40% de las oportunidades de empleo en los países en desarrollo y más de 70% en el mundo industrializado. La expansión del comercio de servicios, que a menudo es cubierto por inmigrantes, posee por tanto un gran potencial para el incremento del bienestar global.
4 El cuarto desafío es la seguridad energética. Con la demanda creciente de petróleo y otras materias primas, los precios están aumentando a niveles sin precedentes. Para los países que exportan petróleo y otras materias primas estas son buenas noticias. Por ejemplo, los ingresos africanos por la venta de petróleo aumentaron en 15,000 millones de dólares entre 2003 y 2004. Pero para los países importadores de petróleo, muchos de los cuales están pesadamente endeudados, las noticias no son tan buenas. Sus cada vez más altos costos están devorando los recursos para alimentar a sus poblaciones y para desarrollar las muy necesarias infraestructuras. Además, las fuentes energéticas están en peligro de agotarse a largo plazo, sin mencionar consecuencias para la salud ambiental del planeta a causa de la explotación de yacimientos, las refinerías, el transporte y el consumo.
5 La preocupación final es la estructura de la actual economía mundial y las persistentes desigualdades. Asia del Este y del Sur, así como algunos países latinoamericanos, están disfrutando de un superávit récord en sus cuentas corrientes. Mediante la estabilización de sus tipos de cambio a bajos niveles, han acumulado amplios montos de reservas en dólares. Pero el dólar parece ahora vulnerable. Cada vez más los países en desarrollo, especialmente en Asia, han dejado de depender de ahorros externos y, en su lugar, tienden a generar excedentes comerciales para convertirlos en el motor de sus inversiones y crecimiento.
Corregir estos desequilibrios requiere que tanto los países con excedentes como aquellos con déficit cumplan con su papel. No sería bueno para los primeros seguir una política deflacionista sin tomar en cuenta a los últimos. Europa y los países asiáticos en desarrollo, con su gran potencial para el incremento de la demanda, pueden expandir la economía mundial y suministrarle un muy necesario estímulo.Pero tal estímulo no podría ser posible en las presentes circunstancias. Mientras el sistema comercial multilateral contribuye a la estabilidad del comercio internacional, lo mismo no es válido con respecto a los actuales arreglos monetarios y financieros internacionales. Éstos no están organizados en torno a un sistema multilateral debidamente reglamentado y es precisamente esa carencia la responsable de gran parte del desorden y los desequilibrios actuales. Todo ello sugiere la necesidad de un sistema más estructurado y coordinado de un gobierno económico global, que podría ayudar a evitar desequilibrios y distorciones potencialmente desastrosos.
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